La Cueva de Altamira fue descubierta en 1879 por la niña María Sanz de Sautuola cuando exploraba una gruta en compañía de su padre, el empresario y paleontólogo aficionado Marcelino Sanz de Sautuola. Esta gruta de 18 metros de largo por 9 de ancho se encuentra situada en un prado verde en la localidad de Santillana del Mar, a 30 Km. de Santander. Por los restos encontrados, sabemos que dentro de estos lugares se diferenciaban estancias, bien por medio de muros, o de simples hileras de piedras. Estas diferentes salas, podían ser usadas para diversas actividades, como cocinar, curtir pieles, realizar armas, etc., en todas ellas se ve la presencia de restos que correspondieron al hogar o fuego del recinto. Este fuego era el que les permitía cocinar, realizar trabajos de piedra y metal, pero también les iluminaba y daba calor. Pero lo más relevante de esta cueva no es su morfología, sino su trabajo artístico, primera muestra de arte rupestre dentro de nuestra Península, y de una gran importancia para el estudio del ser humano y su desarrollo. Dentro de este conjunto paleolítico de representaciones pictóricas, la zona esencial de la cueva es la llamada Sala de los Policromos, conocida también como “La Capilla Sixtina del Arte Cuaternario”, datada hace unos 15.000 años, donde aparecen representaciones de figuras animales, como bóvidos, ciervas, cápridos, signos y máscaras zoomorfas, a las que como vamos a ver se las ha dado diferentes interpretaciones. Fue el mismo Sanz de Sautuola quién en 1880 publicó el descubrimiento de la Sala de los Policromos, datándola en el Paleolítico.
En cuanto al arte representado, debemos decir, que corresponde al rupestre o parietal, es decir represetado pictóricamente sobre muro o pared. La cronología del lugar, gracias a estas fuentes iconográficas se puede establecer entorno a los años 35.000 y 10.000 a.C. Por un lado, conocer que los aglutinantes utilizados eran de tipo orgánico, los pigmentos eran todos de origen natural y hallados en su entorno más inmediato, para pintar usaron pinceles, las manos y los dedos, lápices o minas de color para la silueta, tampones para hacer las crines, el soplado para la difuminación y buriles para los grabados en la piedra.
el arte rupestre consta de tres temas diferentes a la hora de representar, que en Altamira están presentes. Por un lado las figuras zoomorfas, siendo estas, casi siempre animales ya adultos, pintados de perfil, con zonas, a veces, exageradamente resaltadas, y dibujados con gran realismo. Entre estos animales, encontramos bisontes, ciervos y caballos. Pero hemos de destacar aquí el llamado bisonte encogido, realizado sobre el abultamiento de una roca, lo que proporciona a la imagen mayor realismo. También llama la atención por su calidad técnica la gran cierva, pues es una de las imágenes de mayor tamaño y está representada con gran firmeza. Por otro lado están las figuras humanas, donde ya el realismo se ha perdido, pues para la comunidad éstas tenían un papel secundario en el desarrollo de su existencia y supervivencia. Finalmente están los signos, que no son figurativos, sino una representación simbólica de objetos, ideas o mensajes que querían transmitir. Estas imágenes aparecen juntas, y mezcladas por todas las paredes.
Estas pinturas dan lugar a diferentes interpretaciones, todas ellas válidas y aplicables. En primer lugar se habla de un arte realizado sólo por el mero hecho de dar placer visual, y así rellenar los momentos de ocio. Otra interpretación es otorgarle cierto carácter religioso o mágico con un fin protector, por medio de los animales, los mensajes y los hombres pintados, se podía acceder al mundo mágico, para que este intercediera y les ayudara en su labor cazadora.
Finalmente, en los años 80, se ha hablado de representaciones pictóricas sucedidas durante estados de alteración de la conciencia tras haber practicado rituales mágicos; que serían realizados por los habitantes de la cordillera cantábrica, pues es allí, donde más representaciones de arte rupestre existen. Como decíamos, todas estás postulaciones, tanto las clásicas como las más actuales pueden darse por válidas, aunque sean difíciles de comprender y aceptar, pero hemos de tener en cuenta la distancia cronológica que presenta este arte, tan difícil de explicar para las mentes de la edad contemporánea. Tal es la importancia de este descubrimiento y de lo que allí aparece representado, que en 1985 fue nombrada Patrimonio de la Humanidad.
Título que hace honor a lo que significa, pues a través de sus pinturas, podemos acceder, con más rigor histórico, a la verdadera vida del hombre del paleolítico. Conociendo o interpretando sus vivencias, inquietudes, aficiones, actividades, entornos y relaciones, en un contexto propio que a nosotros por su lejanía en el tiempo se nos hace ajeno.
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