la Alhambra de Granada
Nos
encontramos ante la Alhambra de Granada, perteneciente al arte
hispano-musulmán, realizado en el siglo XIII-XIV o XIV-XV, se constituye
en la última etapa de este arte (período granadino o nazarí) y su autor
es anónimo.
La muralla de la Alhambra, la "roja", construida con la arcilla roja de la colina donde se asienta, destaca sobre las montañas de Sierra Nevada. La alcazaba es un recinto amurallado en forma de navío cuya proa se orienta a la ciudad. De acuerdo con la mentalidad islámica, los más de dos km de muros exteriores, con torreones salpicados de pequeños vanos y reforzados por unas treinta torres, ofrecen una visión severa y sobria que nada tiene que ver con el espléndido interior que ocultan.
Los edificios hispano musulmanes no daban mayor importancia a los aspectos estructurales. La Alhambra parece, la materialización de la creencia musulmana de que el paraíso es un jardín. En ella la arquitectura da paso a la naturaleza estableciendo transiciones sutiles y suaves: pórticos abiertos, torres miradores, patios... La vegetación (huerta o jardín) y el agua (concebida como elemento vivo y fluyente) interrelacionan los diferentes recintos y les dan una unidad. Ejemplo de la voluntad de una arquitectura abierta es el Patio de los Leones, están formados por delgadas columnas de mármol, agrupadas o aisladas siguendo el ritmo de la galería porticada de que forman parte, y sobre ella se erigen arcos peraltados con una yesería tan exquisita que filtra la luz cuando se observa el patio desde el interior. En el centro de la cruz que traza el patio, se encuentran la famosa Fuente de los Leones, cuya traza se sostiene a lomos de doce leones de mármol en rueda. De esta fuente salen pequeños canales de agua que llegan hasta los surtidores de los pabellones y las estancias contiguas. El agua es omnipresente, se aprecia en el patio de los Arrayanes, flanqueada de arrayanes*** que acentúan su profundidad, se convierte en un espejo de agua en el que se refleja la mole blanca de la torre de Comares. La decoración es también omnipresente, una delicada película ornamental que recubre absolutamente todas las superficies. Así, suelos y zócalos se visten de mármol o cerámica alicatada; la parte alta de las paredes, con yeso y estuco; las cubiertas, de madera y mocárabes de yeso. Ejemplo de esta belleza excepcional es el mirador de Daraxa. El estudiado uso de la luz hace que los materiales (ricamente policromados) brillan, relucen y vibran. Cuando los muros de la Sala de Dos Hermanas llegan a cierta altura y una bovedilla angular de mocárabes transforma el cuadrado de la planta en un tambor octogonal con dos estratégicas ventanas en cada cara, los macizos de mocárabes que recubren totalmente la cúpula parecen livianos, como si flotaran en lo alto. Podemos afirmar que en este complejo, hay una abundante presencia de ornamentación en cualquiera de sus partes, exceptuando el palacio renacentista que construyó Carlos V destruyendo otros palacios hispano musulmanes. Así podemos decir, que hay horror vacui en la mayor parte del conjunto.
La muralla de la Alhambra, la "roja", construida con la arcilla roja de la colina donde se asienta, destaca sobre las montañas de Sierra Nevada. La alcazaba es un recinto amurallado en forma de navío cuya proa se orienta a la ciudad. De acuerdo con la mentalidad islámica, los más de dos km de muros exteriores, con torreones salpicados de pequeños vanos y reforzados por unas treinta torres, ofrecen una visión severa y sobria que nada tiene que ver con el espléndido interior que ocultan.
Los edificios hispano musulmanes no daban mayor importancia a los aspectos estructurales. La Alhambra parece, la materialización de la creencia musulmana de que el paraíso es un jardín. En ella la arquitectura da paso a la naturaleza estableciendo transiciones sutiles y suaves: pórticos abiertos, torres miradores, patios... La vegetación (huerta o jardín) y el agua (concebida como elemento vivo y fluyente) interrelacionan los diferentes recintos y les dan una unidad. Ejemplo de la voluntad de una arquitectura abierta es el Patio de los Leones, están formados por delgadas columnas de mármol, agrupadas o aisladas siguendo el ritmo de la galería porticada de que forman parte, y sobre ella se erigen arcos peraltados con una yesería tan exquisita que filtra la luz cuando se observa el patio desde el interior. En el centro de la cruz que traza el patio, se encuentran la famosa Fuente de los Leones, cuya traza se sostiene a lomos de doce leones de mármol en rueda. De esta fuente salen pequeños canales de agua que llegan hasta los surtidores de los pabellones y las estancias contiguas. El agua es omnipresente, se aprecia en el patio de los Arrayanes, flanqueada de arrayanes*** que acentúan su profundidad, se convierte en un espejo de agua en el que se refleja la mole blanca de la torre de Comares. La decoración es también omnipresente, una delicada película ornamental que recubre absolutamente todas las superficies. Así, suelos y zócalos se visten de mármol o cerámica alicatada; la parte alta de las paredes, con yeso y estuco; las cubiertas, de madera y mocárabes de yeso. Ejemplo de esta belleza excepcional es el mirador de Daraxa. El estudiado uso de la luz hace que los materiales (ricamente policromados) brillan, relucen y vibran. Cuando los muros de la Sala de Dos Hermanas llegan a cierta altura y una bovedilla angular de mocárabes transforma el cuadrado de la planta en un tambor octogonal con dos estratégicas ventanas en cada cara, los macizos de mocárabes que recubren totalmente la cúpula parecen livianos, como si flotaran en lo alto. Podemos afirmar que en este complejo, hay una abundante presencia de ornamentación en cualquiera de sus partes, exceptuando el palacio renacentista que construyó Carlos V destruyendo otros palacios hispano musulmanes. Así podemos decir, que hay horror vacui en la mayor parte del conjunto.
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