ÁBSIDE DE SAN
CLEMENTE DE TAHULL
Arte románico.
Pintura mural
(1123).
1.-Se
trata de una pintura mural al fresco, llamada San Clemente de Tahull, que decora la bóveda de cuarto de esfera
de un ábside cristiano.
2.- Cristo en Majestad, encerrado en una mandorla, aparece
sentado. Su nimbo y su cabeza rebasan el borde superior de la mandorla. Viste
túnica y manto que le cubre los hombros; la mano derecha levantada vuelve su
palma hacia nosotros. Los dedos índice, anular y pulgar los tiene derechos; el
corazón y el meñique se doblan (convencionalismo para indicar bendición). En la
mano izquierda sostiene, apoyándolo en su rodilla, un libro abierto en el que
leemos: Ego sum lux mundi. Aun lado y otro de su cabeza aparecen el Alfa y la
Omega. Todo el muro de la bóveda aparece ordenado en tres registros de colores:
azul, amarillo y negro, de abajo arriba. Sobre la banda azul, cuatro ruedas,
dos a cada lado de Cristo encierran un león y un toro; y en las más cercanas a
Cristo, dos ángeles que cogen del rabo y de una pata, respectivamente, al león
y al toro. En los registros superiores se recortan dos ángeles, el de la
derecha lleva un libro, el de la izquierda un águila. Una banda con los nombres
de la Virgen y de los Apóstoles separa esta parte de la cuenca del hemiciclo en
el que, cobijadas bajo arcos y separados por la ventana del ábside, vemos las
figuras (de izquierda a derecha) de Tomás, Bartolomé, María, Juan, Santiago y
los restos de otra figura que, por las letras visibles en la parte superior,
podría ser Felipe.
3.-Su factura es de
pincelada acabada y pastosa, con líneas bien definidas en trazos negros que
delimitan contornos (pintura dibujada). El color cubre los espacios entre
líneas con tonalidades cálidas. Son colores planos, sin modelado y con alto
contenido simbólico. No hay estudio de luz, la cual es de procedencia ambiental
y no produce contrastes. No hay interés por el espacio tridimensional, ni
perspectiva ni contexto espacial pero sí tiene un contenido iconográfico que
divide la escena por zonas de mayor o menor importancia. La composición es
clara y sencilla, muy jerárquica. Establece un eje de simetría a través del
centro de Cristo y de su mandorla y pasa por la ventana inferior. Hay los
mismos personajes a un lado y otro. El espacio principal se reserva para el
Pantócrator, luego el tetramorfos y luego, más abajo para la Virgen y los Santos.
Las
formas de expresión son antinaturalistas, con poses muy estudiadas y
expresiones serias, sin individualidad ni humanidad, anatomías y rasgos
parecidos, ropajes y actitudes muy estilizados. La imagen vale por lo que
significa.
4.-Significado de lo descrito en el mural: su fuente iconográfica la tenemos en el
Apocalipsis de San Juan: «Vi un trono en medio del cielo y sobre el trono uno
sentado (...). En medio del trono y en torno al trono, cuatro seres llenos de
ojos por delante y por detrás. El primer ser es como un león; el segundo ser,
como un novillo; el tercer ser tiene un rostro como de hombre; el cuarto ser es
como un águila en vuelo.(...). Vi también en la mano derecha del que está
sentado en el trono un libro escrito por el anverso y el reverso, sellado con
siete sellos». San Juan pone en boca de Cristo esta frase: «Yo soy el Alfa y la
Omega, dice el Señor Dios. Cristo se proclama el principio (alfa) y el fin (omega).
El anónimo maestro de
Tahull ha sabido transmitir toda la majestad que del texto apocalíptico resalta en la figura del Cristo del ábside, vestido como rey, coronado de luz y con ese
solemne gesto de la mano derecha que se alza ante nuestra mirada
bendiciéndonos. Su rostro representa solemnidad y severidad: sus ojos abiertos,
expresivos; sus cejas marcadas, nos transmiten esa sensación de que estamos
ante alguien que nos mira y juzga con rigor. Cristo sostiene el libro de los
siete sellos y en él está escrito «Yo soy la luz de mundo». Cristo
aparece rodeado por una mandorla (luz que emana de su ser divino) y en torno
suyo aparecen los cuatro seres: el león, el toro, el águila y el hombre, los
cuales eran considerados como símbolos de los evangelistas: el león, de San
Marcos, el toro, de San Lucas, el águila simboliza a San Juan y el hombre
simboliza a Mateo. Pero en el siglo XII a estas significaciones simbólicas se
les añadieron otras: el hombre representa la Encarnación de Cristo;
el toro, su Sacrificio redentor en la cruz; el león, su Resurrección (se afirma
en los bestiarios que el león duerme con los ojos abiertos), y el águila, su
Ascensión.
Toda esta iconografía
tiene, como indicamos, de fondo, tres bandas de color azul, amarillo y negro.
El azul es símbolo de la bóveda celeste, el amarillo dorado es el color del sol
y el negro es el símbolo de la nada, de lo que no existe. La lectura
iconológica de la bóveda podría ser: Cristo, ha creado de la nada al mundo y a
la luz y los evangelistas son testigos de su vida y de su obra. Si el hombre
sigue los dictados del libro será salvado, de lo contrario, la justicia de Dios
caerá sobre él.
5.-La decoración del ábside
sigue en el hemiciclo. Aquí podemos apreciar dos niveles decorativos: uno, en
el que están María, los Apóstoles y la ventana; y otro, el más bajo, muy
deteriorado. Para muchos comentaristas, si la cuenca del ábside es el cielo, la
zona intermedia es la Iglesia, mientras que la inferior es la tierra. En
efecto, los Apóstoles y María, entre columnas y arcos, simbolizan a la Iglesia,
de ahí que sostengan en sus manos el Libro de los Evangelios. Y en medio de los
Apóstoles, entre María y Juan, la ventana. Es estrecha y alargada, ancha por
dentro y estrecha por fuera. Vemos que está decorada e inscrita bajo un arco. La
ventana es símbolo de la Luz, que se nos hace visible a través de los doctores de
la Iglesia.
La composición está rigurosamente
estudiada, en torno al eje central de la vertical que forma la figura de Cristo
y su prolongación en la ventana. Todo esto envuelto en la almendra de la
mandorla, cuya curva subrayan los ángeles. Una composición que acentúa el carácter
atemporal, eterno, del mensaje que transmite.
La Iglesia de San
Clemente de Tahull, junto con la de Santa María, constituye uno de los
conjuntos pictóricos mejor conservador de la pintura románica en la Península.
En 1934 son trasladados al Palacio de Montjuich, actual Museo de Arte de
Cataluña
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